Por: Nicolás Gochy
Agustina Cruz Cazares es una mexicana muy orgullosa de su actividad, ella es piñatera desde hace 30 años, le encanta lo que hace, piñatas de varios tamaños y muchos colores, muchos colores es lo esencial, por sus manos pasa el papel de china, el metalustre, el engrudo y todo lo demás para que una simple olla de barro cocido se convierta, por unos minutos, en objeto de deseo por parte de sus clientes.
Con cinco, seis o siete picos, poco a poco los conos van formándose como ella los quiere ubicar, los forra de papel que ella le guste y los va apilando para que una vez que llegue su marido le Aude a poder armar las más de 600 piñatas de todos los tamaños que cada temporada decembrina pueden elaborar en su pequeño taller.
Orgullosa Agustina claro que esta, y no es para menos, sus piñatas, esas a las que tanto amo les pone, han viajado a donde ella no ha podido hacerlo, ¿se imagina usted a los canadienses o a los chinitos cantando el Dale, Dale Dale? ella tampoco pero sabe que sus piñatas ya han sido rotas en esas tierras lejanas orgullosamente desde la capital mexiquense.
Aquí ella lamenta que la tradición de romper una piñata de barro se está perdiendo muy claramente “la gente lo que quiere ahora es la piñata de cartón, ya a la de barro no la toma en cuenta, pero las piñatas tradicionales son de barro y no de figuras”.
Así, Agustina espera que el niño Dios la trate como cada temporada, que venda mucho y que los políticos dejen de fregar a todo el pueblo mexicano con tantos impuestos, ese parece ser su deseo de navidad.