Esta es una de las franjas de terreno que aún quedan de cierta manera vírgenes en el municipio de Toluca, la mayor parte de las cuadras aun sin delimitar cuentan con varias extensiones de tierra que son usadas para la siembra de maíz, el único producto que saben sembrar.
La vida ahí es sencilla, señores dedicados al campo, mujeres atendiendo a las familias, niños corriendo tras el bote pateado o jugando a la pelota.
Metros más adelante, internados en los sembradíos, lo que se ha convertido en su peor pesadilla; los ductos de petróleos mexicanos que desde hace algunas semanas los han sumido en la inseguridad y el miedo.
“Aquí al que habla se lo carga la chingada” es la consigna, todos la saben, a pesar de que muchos de ellos cuentan con telefonía celular saben que cuando llega la noche y con ella los huachicoleros, lo mejor es guardarse, apagar las luces e intentar dormir mientras los delincuentes perforan y succionan todo el combustible que pueden durante varias horas por noche.
Nadie piensa en hablar a la policía, todos tienen miedo, acceden a hablar con la consigna de que no se les grabe, no se les tomen fotos, no se haga video de sus rostros, “el miedo…el puto miedo” escribió el poeta.
Pero en esta ocasión la vieron cerca, adentrando la madrugada, una pipa que al parecer estaba terminando su trabajo de vaciar los ductos, incendió provocando una enorme bola de fuego y una gran columna de humo negro que era visible desde diversos puntos de la geografía del valle.
“El robo del combustible es todos los días, nosotros los escuchamos diario, ya en la noche ni siquiera salimos, no sea que nos hagan algo por verlos” narran con miedo, tienen confianza en los periodistas, no la tienen en la policía, sus motivos tienen sin duda.
Hoy esta zona esta repleta de policías, de elementos del ejército, pero en unas horas más la rutina regresara, la noche regresará, el huahicol regresará y el miedo, el puto miedo… también.