Por: José Óscar Valdés Ramírez
En la Historia de Roma, el Nepote más famoso quizás sea Cornelio, historiador galo-romano amigo de Cátulo, Cicerón y Pomponio Ático que, por tanto, vivió en tiempos de Augusto y dejó una antología de biografías titulada De viris ilustribus, entre otras obras.
Pero cuatro siglos después, en las postrimerías de la antigua Roma, hubo otro personaje con el mismo cognomen que muy bien podría rivalizar con él en fama y trascendencia. Se trata de Julio Nepote, al que muchos consideran el último emperador legal del Imperio Romano de Occidente.
Oficialmente se considera que ese mandatario postrero fue Rómulo Augústulo (en realidad un nombre despectivo que le ha puesto la Historia, ya que el verdadero era Rómulo Augusto Pío Félix Augusto). Era hijo del general Flavio Orestes, un noble panonio que había sido embajador en la corte de Atila y participado en las negociaciones que el rey de los hunos llevó a cabo con el emperador Valentiniano III, para luego mandar las tropas de foederati, llegando a ocupar el cargo de magister militum presentalis (jefe de todos los ejércitos), precisamente durante el gobierno del emperador Julio Nepote, el ocaso de Roma fue dejar en manos de los militares el poder político, que después se apoderó del senado y fue minando el poder de Roma.
En el 475 d.C., Orestes fue nombrado magister militum para la Galia, donde reprimió una sublevación visigoda. Al regresar protagonizó un golpe contra el emperador, adueñándose de Rávena, la capital imperial, y obligando a Nepote a refugiarse en su Dalmacia natal. Por razones legales, Orestes no podía asumir el trono, así que proclamó a su vástago en el otoño de ese mismo año.
Todo esto pasó por dejar el poder real en manos de los militares, León I el Tracio había nombrado sucesores a Antemio en Constantinopla y a Julio Nepote en Roma (o en Rávena, de facto), los romanos orientales asistieron con cierta indiferencia a la insurrección de Orestes; no reconocieron a Rómulo Augústulo pero tampoco movieron un dedo en su contra.
Flavio Julio Nepote Augusto había nacido en torno al 430 en Dalmacia, provincia de la que sería gobernador. Sus orígenes, como casi todo su reinado, son oscuros. El historiador romano-oriental Jordanes le identifica en su obra Romana como hijo de Nepociano, un general que sirvió al emperador Mayoriano entre el 457 y el 461 en el cargo de magister utriusque militiae junto a Egidio, hasta que el visigodo Teodorico II presionó para que fuera destituido. Los historiadores actuales, por contra, creen que el progenitor sería otro Nepociano diferente.
Se desconoce también la causa de por qué usaba el término Nepote, pero en esa primera línea, al significar «sobrino» quizá se tratase de una alusión a su tía, la emperatriz Elia Verina, esposa del emperador oriental León I el Magno y hermana de Marcelino, militar y patricio.
Era muy común en Roma Antigua designar a un pariente cercano o familiar a un cargo de poder, esa fue la característica de Nepote que después derivó en nepotismo, ante el asesinato de su amigo Flavio Aecio por Valentiniano II, había segregado Dalmacia y, en la práctica, mandaba en ella de forma autónoma aunque supeditado a la cercana Constantinopla.
Esa ascendencia real favorecería que Julio Nepote tuviera apoyo para desplazar al usurpador Glicerio, a quien había proclamado unilateralmente Gundebaldo, un magister militum burgundio, tras derrocar a Anicio Olibrio (que, a su vez, tampoco era legítimo)
En cualquier caso, Nepote recibió el visto bueno del nuevo emperador oriental, Zenón el Isaurio, para desembarcar con un ejército ilirio en Roma. Prácticamente sin lucha, expulsó a Glicerio -que fue perdonado y hecho obispo de Salona- en el 474, iniciando un reinado del que no sabemos gran cosa, dada la escasez de fuentes.
Sí consta que, para asentar inicialmente su posición, intentó aplicar una política de paz con los bárbaros. Lo consiguió con los visigodos de Eurico, a los que cedió parte de la Galia (Auvernia) a cambio de recuperar Provenza, merced a las artes diplomáticas del obispo Eipafanio de Pavía, quien antaño ya había negociado una tregua entre el emperador Antemio y el célebre Ricimero.
El general Ovida, uno de los presumibles responsables de la muerte de Nepote, fue quien asumió el mando en Dalmacia. No duró mucho, pues meses más tarde Odoacro utilizó el magnicidio como pretexto para intervenir en la región, incorporándola a sus dominios tras derrotarle. Era el fin de una época del último emperador Romano de occidente y con él, el fin del imperio Romano.
En México la forma de gobernar es la misma que en Roma, todo el poder al Ejército, a los amigos o familiares. El Ejército construye, vigila la salud, hace detenciones con la Guardia Nacional, respalda al Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, nunca como ahora el Ejército Mexicano tiene, ni ha tenido tanto poder.
Los ejemplos de América Latina nos han demostrado las catástrofes de dejar el poder en manos de los hombres verdes, se cuecen aparte, son lineales al igual que la jerarquía católica, tipo pirámide de Kelsen para los abogados. Están educados para obedecer, no para cuestionar, son autoritarios. La palabra democracia en el Código Militar es inexistente.
En ese tenor el Ejército Mexicano regresó a las calles, sé que el libro de cabecera de AMLO es Maquiavelo, así como de Colosio era El arte de la guerra. Ojalá los políticos tomaran de base los Derechos Humanos. Las decisiones fundamentales basadas en el beneficio de la sociedad. Las fiscalías están en manos de policías no de abogados.
Los policías inventan escenarios, crean pruebas -versus Genaro García Luna-, con los fotomontajes, crímenes sin castigo, impunidad y corrupción son los vicios que persisten. Si bien es cierto que las fuerzas armadas son de las pocas instituciones confiables, también es verdad que pueden ser coptadas por el narcotráfico.
La desaparición del Estado Mayor Presidencial fue clave, eran la guardia pretoriana del Presidente, hasta su hospital militar tenían, hacían operaciones encubiertas sin rendir cuentas a nadie. AMLO sabía de esto por eso los desapareció y los regresó a la Sedena.
Una de las cosas más difíciles en la 4T es la congruencia, todo gira en torno a la figura del Presidente sin contrapesos. La única manera de vencer en las intermedias es de unificarse en un bloque sólido, sin ideologías partidistas. El PRI, el PAN, el PRD, Convergencia y los que se sumen deber crear un frente de unidad común, de la mano de la sociedad.
Hasta ahora no se ve nada consolidado, cada quien está por su lado, la ingenuidad de los ciudadanos pensando que haciendo programas de ayuda logren votos.
AMLO, si algo sabe son los tiempos electorales, es experto en medición de tiempos, por eso desea activar las giras, debe hacerse presente.
Es el único activo del partido, Morena gira en torno a él, no viceversa, las ocurrencias de los diputados y de sus gobernadores afines no son casos asilados, son experimentos que ponen en jaque a los ciudadanos en plena pandemia.
La ley Bonilla, la ley Barbosa de las escuelas particulares, la ley de los fideicomisos, la de las Afores, la de la reelección de diputados y senadores, y así los ciudadanos nos chutamos unas leyes que, de ser ciertas, son desastrozas y llevan un solo camino, la del poder centralista del Estado, no de una democracia si no de una dictadura, de seguir así la 4T no será la Cuarta Transformación, será la Cuarta Tragedia de México.
Cada día nos enteramos más del Foro de São Paulo, a ese destino nos quieren llevar, hoy estamos en el camino de la confrontación, ahora la veo auspiciada desde Palacio, no veo un discurso de unidad.
El lema es simple: «El que no está con nosotros, está contra nosotros». Esa división se acrecenta cada día más, es el caldo de cultivo por el que, de seguir así llevará el triunfo a Morena.
En México más de la mitad del padrón no vota, si esta tendencia continúa, el abstencionismo será el adversario, el desencanto de la política. El dejar que voten los que reciben ayudas, que se incrementará con 15 millones de pobres, los ricos seguirán siendo más ricos, ellos y el gobierno van de la mano, viven en otra dimensión.
Los políticos sienten que están haciendo todo bien, para ellos están excelentes, los discursos triunfalistas son extremos, la realidad es otra y es avasallante. Por vez en primera en más de 70 años decreceremos, Pemex en bonos basura, una pandemia -que aún no llegamos al pico- pero debe abrirse ya porque la economía va en caída libre sin paracaídas.
Después vendrá la inseguridad, la diversificación del narcotráfico que ahora es buscado para vender protección -ya no busca el narco, ahora los buscan a ellos-. Se vecina una tormenta y México está más que dividido. El Clero por su lado, sigiloso, su silencio cómplice los delata solo algunos obispos y sacerdotes valientes cuestionan a AMLO.
Las cúpulas encerradas en sus palacios callan, los ciudadanos debemos levantar la voz pedir unidad un solo frente un solo bloque, de lo contrario enfrentaremos una dictadura perfecta, sin contrapesos, sin democracia, la 4T nos lleva a un callejón sin salida, en el nombre de la democracia, nos llevan a una dictadura.
Decía Marco Aurelio emperador romano: «El arte de vivir se asemeja más a la lucha, que a la danza»… Luchemos, después no nos quejemos de lo que no hicimos, una palabra nos salvará, ya la conocemos los mexicanos en la desgracia… ¡Unidad!