Por Toño García.
Según cifras del INEGI en el 2017 por cada 100 matrimonios 28 terminaban en el divorcio y para el 2019 esta tendencia a aumentado el 5.9%. Todo lo contrario marcan los números para contraer matrimonio pues la tendencia es a la baja. Esto sin considerar el aumento de madres solteras o padres solteros que tienden a embarazarse no estando en matrimonio antes de los 19 años de edad.
El INEGI deja ver que los matrimonios con mayor duración son los que tienen una carrera universitaria terminada en cualquiera de sus miembros o los que tienen como mínimo de estudio la preparatoria o el equivalente. Los que tienen un grado escolar menor tienden al divorcio.
Estos números se ven reflejados en el comportamiento de la sociedad en muchos casos con los hijos que viven la separación y que empiezan a adquirir y desarrollar practicas o tendencias moralmente no aceptadas como lo es el buling escolar, alcoholismo, drogadicción, depresión, subculturas como adorar a la santa muerte, el reguetón o la generación de grupos donde los valores humanos y éticos son cuestionados y exteriorizados en propuestas que exhiben a la sociedad o al ser mismo en el desacuerdo de sus valores de origen mismos, una práctica común en las ciudades es el arte callejero llamado Grafiti.
El amor humano o el sentido de protección y cuidado de Madre y Padre hacia su hijo que normalmente vive el menor dentro del matrimonio de manera moral y legal, es quebrantado cuando Papa y Mama deciden separarse.
Dependiendo la edad, más en la infancia, surgen una serie de preguntas en el menor que de momento y por la falta de vivencias propias de la edad no puede responderse, convirtiéndose en una duda existencial que normalmente se transforma en inseguridad, como lo son ¿Por qué se separan? ¿Mama o Papa no me quieren? ¿Con quién voy a vivir? ¿Voy a estar solo? ¿Por qué no puedo vivir con los dos si a los dos los quiero? ¿Qué va a pasar? ¿Ya no vamos a vivir juntos?
En las preguntas surgen los reclamos “es tu culpa Papa, Mama” “si yo los amo” “no quiero estar solo” “no quiero que te vayas” “no me dejes solo”, con estos reclamos viene el vacío interior por la falta de alguien y en ello el refugio que el autoestima le permita adquirir, puede ser algo constructivo si influye en el menor un entorno de amor o puede refugiarse en las conductas que tienden a predominar en la sociedad y englobadas podemos llamar “violencia” en diferentes manifestaciones, ya sean autodestructivas o destructivas hacia el prójimo.
El núcleo de la sociedad es la familia, cuando esta se destruye repercute en la sociedad pues no solo el menor hijo vive las consecuencias, alcoholismo, drogadicción, depresión, codependencia sexual (tener amantes pues) son también debilidades que adquiere mujer u hombre después de la separación, donde irónicamente buscan no quedarse solos en la vida.
Lo ideal si vas a crear un hogar estés bien consiente que si no tuviste infancia, no viviste tu juventud y las locuras propias de esa edad o tienes alguna cosa o proyecto por hacer en la vida ¡hazlo! Porque aunque usted no lo crea la inmadurez en ambos para tomar decisiones y responsabilidades conjuntas, es un primer paso para divorciarte.
El matrimonio es una decisión para toda la vida y no por que lo diga la sociedad o alguna ley moral, no, el matrimonio es el resultado de que has comprendido que vas a construir con tu pareja un apoyo o cimiento para intentar ser feliz en la vida, debes estar consiente que vas a compartir virtudes y defectos con alguien, donde pueden construir abundancia y riqueza o aprender medianamente a vivir con lo que tengan, y la decisión más importante aún “si decides procrear debes estar consiente que a tu hijo le corresponde recibir lo mejor de ti, pues, es la continuación en vida de tu propia especie y tu legado inmortal” dicho esto considera no escuchar en la vida Papa, Mama ¡No se divorcien!