
En la comunidad de San Cristóbal Huichochitlán, al norte de Toluca, las manos de artesanas y artesanos dan vida a una de las tradiciones más arraigadas de la región: el tejido de figuras de palma, una actividad que ha pasado de generación en generación durante más de un siglo.
Las familias otomíes de esta delegación se preparan semanas antes del Domingo de Ramos para crear una amplia variedad de piezas que marcan el inicio de las celebraciones de Semana Santa. Desde cruces y ramos que serán bendecidos en las iglesias, hasta figuras más elaboradas como rosarios, flores, sombreros y pequeños tapetes, cada obra es el reflejo de un oficio que ha resistido el paso del tiempo.
La palma utilizada no solo se teje con destreza, sino que también es teñida con pigmentos naturales, conservando las técnicas ancestrales que los mayores de la comunidad han enseñado cuidadosamente a los más jóvenes. Sin embargo, el desinterés de algunas nuevas generaciones representa hoy uno de los principales desafíos para la continuidad de esta labor.
“La palma no solo es un material, es un símbolo de identidad y sustento para nuestras familias”, comparte Inés Sánchez, una de las artesanas locales que ha dedicado toda su vida a este oficio. Como ella, decenas de vecinos de Huichochitlán encuentran en la venta de estos productos una importante fuente de ingresos, especialmente durante la temporada de Semana Santa, cuando la demanda se incrementa significativamente.
La historia de esta tradición se remonta a principios del siglo XX, cuando algunos habitantes, tras haber aprendido el arte del tejido de palma en la penitenciaría de Toluca, llevaron estos conocimientos a su comunidad. Desde entonces, la elaboración de figuras de palma se ha convertido en una herencia cultural invaluable para San Cristóbal Huichochitlán.
Sin embargo, la pandemia por COVID-19 golpeó con fuerza esta actividad. Las restricciones sanitarias y la suspensión de eventos religiosos redujeron drásticamente las ventas. A esto se suma la regulación del comercio informal en el centro de Toluca, que ha complicado la venta ambulante de estos productos artesanales.
A pesar de las adversidades, las y los artesanos no bajan los brazos. Organizaciones locales han comenzado a buscar estrategias para revalorizar y promover esta tradición, impulsando espacios de venta y talleres que acerquen este conocimiento a las nuevas generaciones.
La palma, tejida con esmero por las manos otomíes de Huichochitlán, sigue siendo un símbolo de fe y resistencia cultural. Mientras las campanas anuncian la llegada del Domingo de Ramos, cada cruz bendecida en las iglesias de la región lleva consigo no solo una tradición espiritual, sino también la historia viva de una comunidad que se niega a dejar morir sus raíces.






