Karen Rosas Callejas
Dibujo: «RA»
Después de una larga caminata me encuentro con la estatua de la libertad, más específicamente, con su cabeza, el cuerpo creo que se volvió escombros. La toco con mis manos y palpo el material del que está hecho. Noto cada detalle de su rostro, se siente áspero, como si estuviera tocando una lija. Pero cuando mis manos se topan con los labios mis pupilas se abren. Parecen tan humanos, la textura sigue siendo áspera pero el contorno, la forma en la que están esculpidos es idéntica a la de una mujer.
De inmediato se me viene a la mente los labios de mamá. Recuerdo las noches cuando ella y papá se iban a fiestas. Me encantaba ir al cuarto de mamá y observar la manera en la que se maquillaba. Todo lo que hacía era con delicadeza, sus manos no titubeaban y se aseguraba de que quedara perfecto. Era como estar viendo a un pintor trazando en un cuadro la curva más difícil y cerrada de su creación. Y mi parte favorita era el momento en el que se ponía el pinta labios, de color rojo. Su mano era firme, sus ojos estaban concentrados en no salirse de la línea que separa el contorno de sus labios. Como si fuera magia, el color de éstos se transformaba de rosado a rojo.
Adentro de la cabeza, están las escaleras que usaban para llegar a la diadema, hechas pedazos. Sin embargo, me parece que es un buen lugar para descansar. Me acomodo en una esquina y saco de mi mochila una botella de agua. Tomo desesperadamente un gran trago. Luego observo el lugar en el que me encuentro… ¡Quién lo diría!, estoy adentro de la cabeza de la estatua de la libertad. Siempre quise venir aquí y ahora lo estoy. Cuando cumpliera 18 años mis padres nos iban a traer a mi hermano y a mí a éste lugar. Ahora tengo 19 años y estoy en ella, acompañada por la soledad, llevo conmigo lágrimas de los recuerdos lejanos de la felicidad y los de ciudades pobladas de personas.
-¡Estoy en la maldita estatua de la libertad!- grité con enojo y tristeza, mis palabras hicieron eco por toda mi cabeza y mis sentimientos amargos llegaron al cielo
Pienso en lo mucho que he recorrido durante estos dos años. Empecé mi viaje en Phoenix, Arizona y he llegado hasta Nueva York. Me río a carcajadas por lo irónico que es. Siempre había deseado conocer Nueva York pero ahora para mí son más ruinas, iguales a las que he visto durante mi viaje. Ahora que lo pienso… ¿no se supone que debería de haber encontrado agua? Mmm, parece que el agua despareció.
Estoy a poco tiempo de llegar a Canadá, y aunque haya recorrido millones de millas aún no encuentro vida. Con vida me refiero a personas, animales, árboles, pasto, flores, insectos, etc. No he encontrado nada de eso, ni siquiera he encontrado colores. Los únicos colores que he visto son diferentes tonalidades de café, negro, más color café, un poco de blanco, más color café y es todo. Hace años que mis ojos no han visto el verde de la naturaleza o el azul claro de los mares.
Estoy empezando a pensar que soy la última humana en la tierra, literalmente, soy lo único que queda de la humanidad.