noviembre 20, 2024

Lecciones 

El Aquelarre

-El Gordo Henry-

Seguramente, Emir Garduño Montalvo jamás imaginó verse dentro de la cápsula de seguridad de una sala de juicios. Siempre acostumbrado a hacer su voluntad, siempre acostumbrado a salir bien librado. A salirse con la suya. A lo mejor era el típico chico habituado a ser complacido, al que nadie le negó nada nunca. 

 

Pero ahora la situación es diferente. Está detrás de un grueso muro de cristal reforzado escuchando a través de unas bocinas la acusación que le hace un Ministerio Público; “usted señor, dio la orden de partirle su madre”, “usted detonó un arma por lo menos diez veces, señor Emir”.

Su rostro es casi inexpresivo, a no ser por la única emoción que transmite: Temor. Si tus ojos encuentran los suyos, sólo sentirás temor. Esa cara adusta y robusta refleja ese coto de poder que ha forjado al paso de los años y que ahora un juez busca cuestionar. Aunque a él le parezca que no hizo nada de lo que dicen. Lo niega con la cabeza.

Dice que tiene 42 años, que no posee propiedades ni bienes de fortuna, que sólo estudió hasta cuarto semestre del nivel bachillerato, que es “empresario y constructor”, algo que le reditúa 60 mil pesos al mes. Da su número de teléfono móvil y el de su casa. Claro, jamás ha ocultado nada. Pero seguro a todos les alcanza para tener un Rolls Royce con ese sueldo de “empresario y constructor”. Huele a cinismo y falsa inocencia.

Quién sabe cómo, pero pasa que la gente a veces tiene afrontar lo que ha hecho y responder por ello. Aunque dejarse detener haya sido un trato. O tal vez el poder lo ha cegado tanto que cree que su inmunidad llegaba hasta un juzgado. Pero ya se dio cuenta que no es tan como lo pensaba. 

Ahora tiene que dormir sin lujos, ni comodidades, en un penal; sin engominarse el cabello, ni recortarse la barba, cambiarse la ropa esa a medida que manda a hacerse. Ni beber champán, menos whisky. Seguro no lo pensaba.

 

 

         

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