Por: Nicolás Gochy
Todos los días, y casi a todas horas sus manos se entrelazan con una velocidad sorpréndete, lo hacen parecer tan sencillo, parecen no equivocarse, es más, parece que ni siquiera están viendo lo que hacen, lo cierto es que estas mujeres artesanas, tejedoras de fe, en cada lazado van dejando el sentimiento que le imprimen a cada pieza, tejen cientos, sin duda, pero cada una lleva la esencia de sus manos.
Hoy la época ha llegado, han comenzado a trabajar las palmas que serán utilizadas el domingo de ramos en una de las celebraciones más representativas de la religación católica, una celebración que sin duda no sería la misma sin el trabajo de estas mujeres otomíes.
Un domingo de ramos sin ramos y palmas tejidas es algo que nadie en este México contemporáneo podría imaginar, y es que cada año estas artesanas, mueres en su mayoría, nos sorprenden con nuevos diseños, nuevas formas, nuevas figuras y una misma religión.
“Dënthi” así es como se llama en su lengua natal a la palma, esa que la madre tierra les regala para ganarse la vida, para honrarla y para engalanarla.
La costumbre tuvo sin duda un bache, como muchas costumbres nacionales, poco a poco menos personas se dedicaban a tejer la palma, lo jóvenes ya no querían dedicarse a “esa cosa de viejos”, hoy gracias a los esfuerzos de un grupo de jefes otomíes, poco a poco las nuevas generaciones ven en el tejido de la palma, no solo una manera de sobrevivir, sino de tener una vida mejor.
Actualmente cerca del 30 por ciento de la población que vive en San Cristóbal al norte de la capital mexiquense saben el arte de las manos tejedoras, hoy uno de cada tres viven de la palma, hoy las niñas están haciendo sus primeros lazados, hoy sus manos están comenzando a aprender a hacer magia.
Hoy estas niñas están levantando la mano por su país, lejos de boicots contra tal o cual empresa, saben que eso que están aprendiendo mañana les podrá dar mucho orgullo, hoy ellas están aprendiendo a tejer, ojala y a eso aspiran, que su trabajo sea valorado algún día, que esos que hoy se ofenden con los muros dejen de ofender con su regateo.