diciembre 23, 2024

La visión de una adolescente “Las Dos Fridas” de Frida Kahlo 

 

Por: Ma. Fernanda Bello García

Cuando se trata de nacionalismo, los mexicanos siempre entramos en el juego de manera sobresaliente. Solo hace falta que un mexicano empiece a labrar su nombre en el tablero histórico de la fama y el éxito, para que nos sintamos orgullosos y compartamos la alegría con ellos prácticamente como si fueren amigos de la infancia o miembros de nuestra familia.

 

Es por ese sentimiento, y a pesar de mí limitado conocimiento en el ámbito del arte, que me complazco en compartir los pensamientos que me provoca la obra de una de las artistas más importantes de la cultura mexicana: Frida Kahlo.

Algunos tenían constantemente la creencia de que sus obras eran pertenecientes a la corriente del surrealismo. La mismísima Frida Kahlo expresó su rechazo hacia esta afirmación, y con mucha razón, pues a través de sus obras y autorretratos podemos ver una autobiografía; un recuento de momentos o circunstancias que a ella seguramente le parecían los más importantes.

En esta obra, destaca el incesable uso del simbolismo. Y es que no hay mejor manera de aumentar el interés, la intriga, la curiosidad y la emoción del espectador que usar su facultad estética contemplativa.

En un primer plano, se logra observar a dos Fridas dirigiendo su mirada hacia el frente. Ambas Fridas tienen una diferente vestimenta, vestidos correspondientes a un distinto lugar y que representan sus orígenes. Al estar unidas por la mano, reflejan que no son dos individuos independientes, sino que son dos partes de un todo, dos piezas esenciales de una sola persona.

La principal atracción, es sin lugar a dudas, los dos corazones localizados en el pecho de cada una de ellas. Mientras uno está completo y sano, el otro está herido y partido por la mitad. Esto bien puede representar dos momentos específicos en su vida. Un antes y un después separados por una situación dolorosa. Ambos corazones, están unidos por una vena, una vena que nace del pequeño retrato que sostiene una de las Fridas en sus manos. Este retrato representa una constante durante toda la vida de Kahlo: el anhelo de un hijo y el amor hacia Diego Rivera.

 

El hecho de que le fue imposible concebir un hijo de Diego Rivera, debido a un accidente que sufrió a los dieciocho años de edad, explican muy bien todo lo que nuestros ojos ven en esta obra de arte: el corazón que malherido se desangra.

De fondo: gris. Un gris cuyas pinceladas asemejan a un cielo nublado, un cielo de tormenta; un símbolo de las dificultades en la vida.

Sin embargo la Frida de la izquierda, con una pinza quirúrgica en su mano, decide y detiene el sangrado. Como señal de aceptación de su presente, como presagio de aferrarse a la vida… tan sólo un poco más.

 

Tanto la gama de colores elegidos por esta gran pintora, como la postura de los personajes, el tamaño de las pinceladas y el simbolismo utilizado cumplen con la misión de transmitir el mensaje de manera clara y directa: la manera en la que nuestras relaciones con otros seres humanos tocan nuestra vida y cambian nuestro corazón.

Frida, ejemplificando los logros de muchos más artistas, consigue nuevamente hacer sagrado lo ordinario, plasmando en ese lienzo no solo un trabajo más sino una parte importante del rompecabezas que es el reflejo de su alma.

         

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