Por Toño García.
La historia universal nos deja ver que las diferentes culturas para lograr su supervivencia y supremacía han usado como método a la violencia en sus diferentes manifestaciones, con el fin de colonizar unas a otras, e incluso, para adquirir poder sobre todas las demás y así llegar al clímax cultural, político y económico de un pueblo, lo que hoy conocemos como imperialismo. El método más común es la lucha política acompañada de la guerra militar, como ejemplo de lucha política, guerra militar, colonización e imperialismo tenemos que citar a Roma.
Lo sucedido en el país de Bolivia, esta sobre expuesto mediáticamente en dos vertientes que generan polarización y debate en la sociedad hoy día, por una parte;
“Evo morales no tenía por qué buscar su cuarta reelección como presidente de ese país, fue un error no preparar a quien lo fuera a relevar en la presidencia desde su partido el MAS, sin cambiar el curso del crecimiento económico y desarrollo social que ha tenido Bolivia en los últimos años en su mandato, el mismo Evo no respeto el mandato constitucional Boliviano que solo permitía una reelección como presidente”
Por otra;
“La continuidad de Evo Morales garantizaba la convivencia multicultural de Bolivia entre sus pueblos originarios y el respeto del mundo a ellos, permitiendo el desarrollo económico y social predominantemente indígena de sus pueblos de manera sustentable, distribuyendo la riqueza minera, energética, agrícola y cultural que durante años fue acaparada por la oligarquía y por consecuencia tenia sumida a Bolivia en la pobreza y el subdesarrollo tercermundista”
En medio de este debate se dio nuevamente en octubre pasado la elección constitucional para elegir al nuevo presidente de Bolivia, donde el resultado dio como ganador a Evo Morales, con aproximadamente por 10% de diferencia sobre su más cercano competidor.
Efectivamente Evo Morales gobernaba por cuarta ocasión siendo el 2006-2009, 2009-2014, 2015-2019, sus gobiernos anteriores; su renuncia el 10 de noviembre del presente año después de su elección, consecuencia de un llamado a renunciar por parte de mandos militares de Bolivia, país que después de la elección ya tenía diversas manifestaciones de diferentes sectores de la sociedad que no estaban en acuerdo con la reelección de Evo Morales.
Aquí surge “la nueva derecha” con métodos ya conocidos en la historia, ahora con la modalidad y sin contar para bien o para mal en suma a su causa con “las redes sociales” que ponen a la luz pública y exhiben sus fundamentos para legitimar a Jeanine Añez ex vicepresidenta del senado boliviano y quien sin cuórum legal determino con biblia en mano ser la sucesora de Evo Morales hasta convocar a nuevas elecciones, envestida con la banda presidencial por militares y policías.
Amenazas a familiares y colaboradores de Evo Morales, medios de comunicación acusados de sedición por preguntar e informar las dos versiones de lo que acontece en Bolivia, líderes indígenas amenazados de muerte junto con sus familiares, órdenes judiciales de aprensión, marchas dispersadas por militares con violencia, llamados a nombre de dios para buscar la paz, son la constante para justificar acciones que bien se podían dirimir y resolver en el marco de la constitucionalidad de Bolivia y su misma democracia.
Sin embargo parte del problema que aqueja no solo a Bolivia, a toda Latinoamérica, es la ignorancia de sus pueblos que se refleja en la apolítica y falta de participación en temas que son parte del bien común y de su organización interna que los responsables son sus gobiernos.
Ante este escenario de posible roce en la discusión que genera el debate de si debía continuar Evo Morales en la presidencia, en medio de la sensibilidad de su pueblo por el debate, emerge, la violencia mediática acompañada de la fuerza militar para imponer por la fuerza el gobierno ideal y a modo de la oligarquía Boliviana, acompañada del punto de vista de la OEA, organización que solo ha servido para señalar el interés supremo del capitalismo como modelo económico para sugerir o imponer en el continente Americano, por sugerencia de los Estados Unidos de América.
Ahora bien, no estamos hablando de un pueblo que se subleva o pretende someter a otro por la fuerza, por la violencia como lo podía ser Roma en la búsqueda de la grandeza de su imperio como lo cuenta la historia, no, no, no, estamos hablando de un pueblo dividido por visiones constitucionales diferentes en torno a la presidencia y del tiempo de su mandato; en medio de esta disputa esta y entro la oligarquía, capaz de comprar conciencias para violentar en el momento exacto y así imponer su voluntad, que normalmente se caracteriza por querer tener el control de los recursos naturales de un país y de su economía, no es lo mismo formar un imperio para la grandeza de un pueblo, que, controlar la economía para favorecer a unos cuantos, hay un abismo entre los dos objetivos.
Los números favorecen ante el mundo a Evo Morales, los recursos naturales de Bolivia es claro que pretenden ser manejados por la oligarquía que no busca el bien común de su pueblo y mediante la violencia pretende apoderarse de su riqueza, que casualmente con la llegada de Evo Morales y con poco más de 10 años en el gobierno, estaba Bolivia, en el camino de realizar el sueño utópico de toda sociedad socialista y no socialista “una mejor distribución de la riqueza”, ideal que incomoda a una minoría que en sus años de plenos de neoliberalismo no compartieron con su pueblo nada, a esta oligarquía quizá le podremos llamar la nueva derecha.