diciembre 22, 2024

La navidad en Roma Antigua y la influencia del cristianismo

La navidad en Roma Antigua y la influencia del cristianismo

Por: José Óscar Valdés Ramírez

La Navidad -en latín: Nativitas, «nacimiento»- es una de las festividades más importantes del cristianismo, junto con la Pascua de Resurrección y Pentecostés. Esta solemnidad, conmemora el nacimiento de Jesucristo en Belén, se celebra el 25 de diciembre en la Iglesia católica, en la Iglesia Anglicana, y en algunas comunidades protestantes, en la mayoría de las Iglesias ortodoxas.
En cambio, se festeja el 7 de enero en otras Iglesias ortodoxas como la Iglesia ortodoxa rusa o la Iglesia ortodoxa de Jerusalén, no aceptaron la reforma hecha al calendario juliano para pasar al calendario conocido como gregoriano, nombre derivado de su reformador, el Papa Gregorio XIII.
El 25 de diciembre es un día festivo en muchos países celebrado por millones de personas en todo el mundo y también por un gran número de no cristianos.
El día 25 de diciembre, celebramos la Navidad, pasaba inadvertido en Roma, así fue hasta bien entrado el Imperio. Se celebraba el solsticio de invierno, que con el paso de los siglos y los pequeños desajustes del calendario se ha adelantado hasta el día 21. El 25 de diciembre no podía compararse con otros días festivos como el de las Saturnalias, para muchos romanos: El mejor día del año.
El solsticio de invierno, que para los romanos no marcaba el comienzo de esta estación sino su punto medio, estaba relacionado con el dios Sol, que contaba en Roma con dos templos cuyo culto no fue muy importante durante la República. Con la llegada del Imperio, el astro rey fue ganando más peso en el panteón religioso, prueba de ello es el obelisco erigido por orden del emperador Augusto en la spina del Circo Máximo en el año 10 a.C. y que hoy en día se encuentra en la Piazza del Popolo -en la ciudad de Roma, actual-.
La festividad del solsticio de invierno, en la que se celebraba el nacimiento del dios Sol, que a partir de ese momento se alzaría cada vez más alto y durante más tiempo en el firmamento, tomó una gran importancia en el mundo romano, sobre todo desde el siglo II y principalmente en el III.
La religión romana, enfocada más en la vida terrenal y en una relación interesada con las divinidades que en la vida eterna, fue dejando paso paulatinamente a una serie de cultos conocidos como religiones de salvación en las que los fieles buscaban conseguir la vida eterna. Se trataba de religiones con tendencia al monoteísmo, aunque entre ellas no solían ser excluyentes ni negaban la existencia de otros dioses.
El aumento de los seguidores de este tipo de religiones, entre las que destacaban las dedicadas a Mithras, Attis, Adonis, Elagabal entre otros, hizo que la propia religión romana cambiara su rumbo entregando todo el poder al dios Sol. Todos los dioses empezaron a ser considerados, de hecho, partes del propio Sol, al que a partir del siglo II se le añadió el nombre de Invicto.
Finalmente, en el año 274, el emperador Aureliano oficializó de forma definitiva el día 25 de diciembre como el día del nacimiento del dios Sol Invicto, celebrándose a partir de entonces una gran fiesta en el que se había convertido en la divinidad principal del Estado romano.
Roma adoraba al dios Sol, incluso aquellos dioses de salvación antes mencionados acabaron por mezclar su esencia también con él. Sin embargo, no toda la población era unánime a la hora de adorar al dios Sol Invicto. Existía un grupo religioso que en el siglo II se contaba con unos diez mil fieles en el Imperio, que se negaba a adorar al dios Sol: los cristianos.
Ellos, a pesar de que no negaban la existencia de otras divinidades -considerándolos normalmente como demonios o falsos dioses-, no aceptaban incluir a Jesucristo como una parte más del Sol. De hecho, en muchas ocasiones, los devotos de otras religiones paganas llegaban a ver a los cristianos como simples ateos, puesto que se negaban a venerar a los dioses más importantes de Roma.
Esto solía provocar que se les apartara socialmente y que, en momentos de incertidumbre o desgracia, se les culpara de los desastres ocurridos por no venerar a los dioses incluyendo al emperador, lo que provocó gran parte de de las persecuciones que sufrieron por parte del Estado romano.
A pesar de todo, el cristianismo fue creciendo exponencialmente hasta superar los diez millones de fieles a lo largo del siglo IV. Muchos romanos veían en Cristo una forma más de venerar al Sol y, en la pugna de los cristianos contra su culto, aquella podía ser una gran oportunidad.
Nadie sabe a ciencia cierta en qué momento comenzó a celebrarse en la fe cristiana el nacimiento de Jesús en el 25 de diciembre, aunque la tendencia debió iniciarse probablemente a comienzos del siglo IV.
El documento más antiguo en el que conservamos una mención de este hecho fue redactado en el año 336. Se trata de un listado de mártires cristianos del que hoy conservamos tan solo copias del siglo XVII.
Fijar de forma consensuada el nacimiento de Cristo -cuya fecha real se desconocía- el mismo día que el del Sol Invicto fue toda una campaña de ‘marketing’ por parte de los cristianos. Incluso se identificó de forma intencionada a Jesucristo con el Sol para ganar adeptos entre los paganos.
Los cristianos presentaban a Cristo como el Sol Iustitiae, un Sol de la justicia que iluminaba el mundo en contraposición al falso Sol Invictus de los paganos. Un ejemplo paradigmático de esta estrategia es la representación de Cristo montado en el carro solar y con una corona de rayos de sol en la cabeza que aparece en el mosaico que recubre la bóveda de una tumba cristiana de la necrópolis del Estado Vaticano.
Este fue un movimiento crucial dentro de un convulso panorama de pugna religiosa que se desarrolló principalmente a lo largo del siglo IV. El punto final lo puso el emperador Teodosio I con el Edicto de Tesalónica en el año 380. En él se establecía el cristianismo como religión oficial del Imperio y se prohibía cualquier otra forma de culto religioso.
Esta medida no solo colocó definitivamente al cristianismo en la posición privilegiada que había buscado durante los dos siglos anteriores, sino que también supuso la destrucción de muchos santuarios y templos paganos, así como una cruel persecución contra quienes estaban decididos a mantener su fe en contra de la represión iconoclasta del Estado cristiano.
A pesar de todo, el cristianismo había convivido desde sus orígenes con otros cultos que de una u otra manera influyeron en la evolución de muchos de sus ritos que han llegado hasta nuestros días; marcas que permanecen ocultas en el cristianismo actual esperando pacientemente a aquellos que deseen descubrirlas.
Y así celebramos en el mundo católico el nacimiento del hijo de Dios, fue Giovanni Bernardone 1182-1226 conocido como San Francisco de Asís quien instaló un nacimiento viviente en el año 1223.
En el Evangelio según San Lucas (Luc 2,6-7), María deposita al niño Jesús en el pesebre o comedero de animales de un establo en el que José y ella habían encontrado refugio porque no había sitio para ellos en el albergue. Una palabra para pesebre en latín es ‘scripia’, donde se encuentra el origen de la palabra francesa ‘crèche’, la alemana ‘krippe’ o la inglesa ‘crib’. Por extensión, la palabra pesebre en estos idiomas designa al portal entero y se ha convertido en símbolo de la Navidad.
El portal de Belén rinde homenaje a la maternidad, a la infancia y a la vida. En francés, de hecho, la misma se utiliza para designar a las guarderías. Desde la historia de la Natividad en el Evangelio de Lucas hasta los portales de Belén contemporáneos, la tradición del Belén ha evolucionado mucho.
La primera celebración de la noche de Navidad se sitúa en la iglesia de Santa María de Roma con las estatuas de la Virgen María, José, el asno y el buey, en el siglo VI. Thomas de Celano, el primer biógrafo de Francisco cuenta que predicó durante la misa de Navidad y le vieron inclinarse hacia el pesebre para sostener al niño en sus brazos. José, la Virgen María, los magos, los pastores y los campesinos eran interpretados por las gentes de la aldea. Los animales también eran reales.
El primer registro data de 1562 en una iglesia de Praga en la exposición pública de un nacimiento, rápidamente, las familias nobles italianas hicieron suya esta representación de la Natividad. La duquesa de Amalfi instaló el primer portal de Belén doméstico en 1567, en la región de Nápoles. En Francia, como toda práctica religiosa fue prohibida durante la Revolución Francesa, las familias celebraban la Navidad instalando un portal de Belén en su hogar.
Hoy en día, en países y regiones de Europa de mayoría católica, como Francia, Italia, España, Portugal, Polonia y en América latina, montar el portal de Belén en casa es el primer gesto de las familias para entrar en el periodo navideño.
En México le pusimos más colorido con las tradicionales posadas, tradición que surge con la llegada de los españoles. Aquí los religiosos encargados de la evangelización del pueblo suplantaron el culto al dios de la guerra por la práctica europea de preparación para la Navidad. En San Agustín de Acolman, con los misioneros agustinos, fue donde tuvieron origen las posadas.
El superior del convento de San Agustín de Acolman, Fray Diego de Soria, obtuvo del Papa Sixto V en 1587, un permiso que autorizaba en la nueva España la celebración de unas Misas llamadas “de aguinaldos” del 16 al 24 de diciembre. En estas Misas, se intercalaban pasajes y escenas de la Navidad. Para hacerlas más atractivas y amenas, se les agregaron luces de bengala, cohetes y villancicos y posteriormente, la piñata… Así nos llegó la navidad, época de paz, de perdón, de unidad.
Les deseo lo mejor, que pasen una excelente noche de navidad en compañía de sus seres queridos, Dios en ustedes Dios en nosotros. Como exclamaban los romanos cuando tenían una celebración de guerra… Roma Victory, Salud y Miel, Oro y Perlas.
Que tengan la mejor navidad de sus vidas, bendiciones.

         

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