Por: José Oscar Valdez Ramírez
Los romanos dejaron de creer en sus Instituciones, porque conocieron su corrupción. Octavio Augusto, en el año 32 antes de Cristo, liquida al ejército compuesto de medio millón de hombres, afinca a trescientos mil como labradores y utiliza al escritor Virgilio como auténtico instrumento de propaganda para estimular la vuelta al campo, pero la «literatura» no convence porque describe el campo en un tono idealizante, como un paraíso, un Arcadio que no refleja la auténtica crudeza del cultivo, sino una vida placentera donde los pastores y los agricultores dialogan idílicamente.
En cambio, Ovidio es desterrado porque describe un ambiente urbano relajado, pervertido, donde imperan los placeres sexuales y la gula. Las ciudades se corrompen cada vez más. En las paredes de Pompeya junto a las pinturas obscenas, aparecen «graffiti» (pintadas actuales) denunciantes de malversaciones de fondos ejecutadas por aquellos que ocupaban cargos importantes.
Fallaban de raíz los valores, las convicciones y los principios que habían recogido a los primeros latinos. Y ahora los «ciudadanos» se oponían a cualquier intento de volver a las antiguas virtudes. Se oponían incluso con violencia: de diez sucesores de Augusto, en 126 años, siete murieron asesinados. Se había perdido el respeto innato a la autoridad, el sentido de la disciplina.
Se había pasado de una vida rural a una vida urbana, pero las ciudades se habían desintegrado en una minoría viciosa y enriquecida y en un proletariado de excampesinos marginados, inculto y ya sin convicciones morales de ninguna clase. Diez siglos de corrupción y tres de despotismo habían conducido a la vieja y austera población agrícola hacia una sociedad urbana ruralizada, sumergida en un estado de miseria material y moral.
Por eso decía Gandhi: «El movimiento obrero capitula, porque en lugar de esterilizar el capital, intenta posesionarse de él para convertirse, a su vez, en capitalista». Este proceso se ha dado prácticamente en todos los casos de las civilizaciones, siendo el cambio de valores y de mentalidad el origen de las crisis.
En el siglo IV d.C., encontramos dos paralelismos definitivos con el mundo actual:
*El cronista Anmiano Marcelino, muestra su asombro ante las decadentes costumbres de Roma: «Los jóvenes se dejan crecer las melenas (crines mayores), usan pantalones ajustados que deshilachan (bracae y racae) y se ponen chaquetas de piel de vaca (como los rockeros)» y hasta en cierta ocasión, Anmiano nos habla de una cantante que reunió en el foro romano a 20 mil jóvenes, que la aclamaban.
*El escritor romano Juvenal nos describe el estado de la capital en el momento de máxima ruralización. Roma tendría entonces casi un millón y medio de habitantes, y su descripción coincide casi plenamente con la de cualquier urbe presente: «Aquí muchos enfermos mueren de insomnio. ¿Es que hay habitaciones alquiladas que permiten dormir? En Roma sólo los potentados pueden conciliar el sueño. He aquí la causa principal de las enfermedades: el tránsito de los carruajes por las estrechas curvas de las calles, el alboroto de los rebaños detenidos. El rico, en cambio, si algún quehacer le llama se hará transportar, a través del gentío, que le abrirá paso, y él circulará veloz a través de las cabezas en una amplia litera. Durante el camino dentro de ella, leerá, escribirá o bien dormirá porque la litera con la ventana cerrada, invita al sueño. Y llegará antes que nosotros, ya que delante de mí hay una oleada de gentes que nos impide el paso, y por detrás la plebe, en un número incontable, me oprime los riñones. Uno me da un codazo, otro me golpea con una dura barra, otro me mete un palo en la cabeza, otro una jarra. Tengo las piernas llenas de lodo, por todas partes me pisan pies enormes, y un clavo de bota militar me ha atravesado un dedo» (Sátira III).
Esta masificación de las ciudades, trae consigo no sólo riesgos de tráfico, sino algo más profundo y de mayor peligro, que es la pérdida del sentido del deber, de la jerarquía de valores, hace perder al hombre su alta conciencia de «Homo Politicus», de ciudadano, de solarización y, en definitiva, puede implicar la extinción de una cultura, el fin de una época.
En México se enfrenta una crisis similar, la gente deja creer en las instituciones, el desprestigio de las mismas por los escándalos de corrupción y por la impunidad, los escándalos en México no se sancionan.
Y no sólo eso, la desaparición forzada de los jóvenes se vuelve una operación replicada, verbigracia, Ayotzinapa, la Ciudad de México -los jóvenes de Tepito-, los estudiantes de cine de Guadalajara -que fueron diluidos en ácido-, los de Tlaxcala que fueron desaparecidos y sus familiares que los fueron a buscar también, el ‘modus operandi’ es el mismo, los detienen los policías, después desaparecen, y nadie sabe de ellos hasta que las historias de terror se descubren, los que nos deben de cuidar no lo hacen, por el contrario nos agreden.
El problema es que nos acostumbramos a la violencia, a vivir con miedo, ya es ‘normal’ vivir así, estas cosas ya no nos afectan, circulan en redes sociales videos sangrientos de asesinatos, de torturas y los comparten, solo despertando el morbo sin respeto a la vida, como si las gentes que lo hacen sean héroes, no son otra cosa… ¡que asesinos!
El gobierno permite que se siga la apología del delito con series de narcotraficantes y las proyectan en horarios estelares, se debe legislar y prohibir este tipo de sitios, sancionar a quienes patrocinen estos delitos que son grabados, es una barbarie que el gobierno permita esto solapado por los legisladores que no han legislado estas series y videos que son una apología del delito.
Están matando a nuestros jóvenes en México, el error es vivir en un país corrompido y coludido por la complicidad de gobernantes y narcotraficantes, basta ver los asesinatos de los candidatos sin que pase nada, no he escuchado un proyecto que permita seguridad a nuestros jóvenes, la esperanza de nuestra juventud no puede ser disuelta en ácido sin que nadie haga ni diga nada.
Así las cosas vamos a unas elecciones de la confrontación del cuestionamiento, sea cual sea el resultado el país quedará dividido, se debe buscar una alternativa de unidad, lo que sigue en las elecciones del 1° de julio es una historia que puede ser basada en la novela homónima de Alejandro Dumas «Los cuatro mosqueteros», que es la segunda parte de la película ‘Los tres mosqueteros’, realizada por Richard Lester, D’Artagnan, Porthos, Aramis y Athos se unirán en contra de quien atente contra los intereses de la Corona ‘Uno para todos y todos para uno’.
Margarita, El Bronco, Anaya y Meade unidos vs Andrés Manuel López Obrador.