Desde ayer, en el municipio de Malinalco, los hogares han abierto sus ofrendas al público para recibir a los “nuevos muertos” en su primer Día de Muertos.
Este evento, más que una tradición, es un acto de amor y recuerdo que reúne a familias y amigos, convirtiendo el dolor de la pérdida en una celebración de vida.
Las calles se llenan de colores, aromas y sentimientos profundos, mientras la comunidad acompaña a aquellos que han partido.
Entre las ofrendas, destacan historias llenas de dedicación y cariño, como la de Saraí Maldonado, quien honra la memoria de su padre, Prudencio Tetatzin. “Tardamos un mes en hacer esta ofrenda”, comenta Saraí, señalando el trabajo artesanal que incluye calaveras, cartón y engrudo.
Con cada detalle, busca representar la esencia de su padre y ofrecerle un espacio donde el amor y el recuerdo se mantienen vivos.
Otro altar monumental es el de María Guadalupe Guadarrama, profesora y hermana de José Luis, quien falleció este año.
“Se hace este altar con todo lo que a él le gustaba, así le será más fácil llegar a casa en estos días”, explica María Guadalupe.
Su hermano trabajaba en la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y, en su honor, ha llenado el altar con objetos y alimentos que le eran significativos.
Las puertas de los hogares en Malinalco se adornan con portadas coloridas que invitan a la gente a entrar y recordar.
Es costumbre que quienes visitan cada ofrenda dejen una cera o vela, como símbolo de luz y compañía para los seres que han partido.