Cada año, el último sábado de septiembre, la delegación de San Pablo Autopan se viste de color y tradición en honor a San Miguel Arcángel, una festividad que rinde tributo a los fieles difuntos. Esta emotiva celebración reúne a la comunidad en un acto de recuerdo y reverencia, donde las tumbas de los seres queridos se adornan con flores de cempasúchil, símbolo de la muerte en la cultura mexicana.
Los habitantes de esta pintoresca delegación se preparan semanas antes para este evento, recolectando flores de cempasúchil, conocidas por su vibrante color anaranjado, que representan el sol y la vida. El aroma y la belleza de estas flores adornan los panteones, creando un ambiente de solemnidad y amor. Las familias llegan con sus canastas llenas de flores, alimentos y fotografías de sus difuntos, transformando el cementerio en un espacio de encuentro y celebración de la vida.
La tradición de San Miguel Arcángel tiene raíces profundas en la cultura local, donde la figura del arcángel es venerada como protector de las almas. Este día, los fieles se reúnen para rezar, encender velas y compartir anécdotas sobre aquellos que han partido. La mezcla de risas y lágrimas refleja la dualidad de la vida y la muerte, honrando así la memoria de quienes ya no están.
“Aquí venimos a recordar a nuestros seres queridos y a celebrar la vida que compartimos con ellos”, comenta doña Teresa, una residente de San Pablo Autopan, mientras coloca con cariño una ofrenda de frutas y pan sobre la tumba de su madre. “Es un momento para estar juntos y sentir que ellos están con nosotros”.
Con el paso de los años, la celebración de San Miguel Arcángel en San Pablo Autopan se ha convertido en un símbolo cultural y espiritual. Los cempasuchiles, con su colorido esplendor, no solo embellecen las tumbas, sino que también llevan consigo el amor y el respeto que la comunidad siente hacia aquellos que han dejado una huella imborrable en sus corazones.
