Desde hace varios años se dedica a este oficio, desde hace muchos años, su labor ha sido hacer felices a los demás, ya han pasado muchos inviernos desde aquel cuando hizo su primera piñata, sin embargo, hoy las sigue haciendo con el mismo cariño y la devoción al trabajo que le ha permitido sacar adelante a su familia.
Las hace todo el año, grandes, chicas, medianas, de figuras de superhéroes, de princesas, de barcos, hasta de políticos pero las que más disfruta son las piñatas de siete picos, esas que dice la tradición, al romperse se lleva consigo los siete pecados capitales y de cuyo interior caen las bendiciones en forma de fruta y dulces.
Entre papel periódico, papel de china, algo de crepe y mucho ingenio, poco a poco esa olla de barro cocido y sin pintar se convierte en una hermosa piñata que tendrá su fin en estos siguientes días cuando inicien las posadas y con ellas las festividades decembrinas.
Las vende entre 30 y700 pesos dependiendo del tamaño, a lo mejor sus revendedores obtendrán más por ellas de ganancia pero, aun así, siempre seguirá haciendolas, hasta que así su Dios se lo permita, y los niños y no tan niños desean romper una piñata y cantar las coplas de la temporada.