Por: José Óscar Valdés Ramírez
Sin excepción todos los Presidentes de México se sienten dioses y a nosotros como sus súbditos, esto es por algo bien simple, esas condiciones se las da la Constitución de 1917 vigente, le da más facultades a un Presidente que a un rey del siglo XV. El Presidente puede nombrar a todos sin excepción, nuestra división de poderes es una vacilada, es una división de facultades, no una división de poderes.
El Presidente de México, tiene autoridad para nombrar a todos en todos lados, desde jueces, magistrados, ministros, fiscales, directores, subsecretarios, secretarios de Estado, legisladores en la Cámara de diputados y Senadores, alcaldes, gobernadores, tiene todo el control del poder político y económico del país.
Anteriormente existía oposición hasta dentro de los grupos de poder, después de la llegada de AMLO ésta se esfumó, no existen contrapesos y si a esto le aunamos que ya la Constitución le daba poderes en todo, sin oposición, se vuelve una monarquía.
Las estrategias de cada Presidente, en cada sexenio, las padecemos los mexicanos, desde Salinas hasta EPN cada uno desea dejar su legado, y hasta ahora cada sexenio se reinventa o se revienta un proyecto de nación. Recordemos que cada que el Partido Revolucionario Institucional terminaba su sexenio eran unas devaluaciones de miedo, desde los gobiernos de José López Portillo hasta Zedillo… El PRI no tuvo madre.
Cada que cambiaban de gobierno nos llovían devaluaciones desastrosas y nadie decía ni hacia nada. Esto cambio cuando llegó el PAN, las esperanzas y expectativas eran altas, pero FOX pactó y dejó vivir al PRI. Calderón se la llevó de a muertito y puso en bandeja de plata el regreso del PRI. EPN logró lo que nadie había podido hacer, destrozar y sepultar al partido, el fenómeno AMLO solo les dio la puntilla.
La Cuarta Transformación, con un poder sin límites ni contrapesos, es fatal para nuestra pobre Constitución, nos guste o no AMLO hace lo que está en la Constitución con facultades erga omnes casi urbi et urbi.
Seguir parchando la Constitución es imposible, ésta ya se agotó, se deben prohibir al Presidente ciertos nombramientos, que éstos estén restringidos a gente capacitada, no como se ha hecho hasta ahora, sin excepción, que nombran a sus amigos, a sus aduladores y los que la pagan somos los ciudadanos. Cuando en la Iniciativa Privada alguien comete un error lo paga el empresario, cuando un funcionario comete un error lo pagamos los ciudadanos, esto no puede seguir, así está en la Constitución y eso es fatal para todos.
Los ciudadanos no contamos, las facultades que teníamos se las dimos a los diputados federales, ellos son nuestra voz y nuestro voto -nada más alejado de la realidad-. Nadie defiende nuestros intereses, salve ver las leyes que van en contra de los mexicanos, hacen lo que les indica el gobierno, no los ciudadanos.
Si queremos evitar que cada Presidente -sea del color o del partido que sea- llegue cada sexenio a inventar un país o un proyecto y nadie ni nada tenga poder o recurso para decir “esto sí funciona, no lo toquen”, los contrapesos deben ser, limitar funciones al Presidente, poner controles y contrapesos que no dependan de él, de esa manera tendremos una nación democrática y un ejercicio del poder limitado, donde el Poder Judicial sea el revisor del Ejecutivo y no como ahora, su empleado.
Donde la Fiscalía sea completamente independiente, que no tenga ninguna relación con el Presidente en turno y le rinda cuentas a la Cámara de Diputados, quitar facultades al Senado donde existe una sobrerrepresentación. Los senadores representan a sus Estados no a los ciudadanos, se debe reducir el número de integrantes en ambas Cámaras. Que gane el que logre el voto universal libre y directo pero de deben bajar el número de legisladores y exigir ciertos requisitos.
El país cambió desde 1917, en ese entonces no existía gente estudiada, ahora para legislar se requieren conocimientos mínimos de Derecho y Economía, mismos de los que adolecen nuestros legisladores de ahora.
Más del 60 por ciento no tiene título universitario, el mensaje para los jóvenes es fatal, privilegiar la confianza por la capacidad es un pésimo mensaje para los estudiantes que buscan licenciaturas, maestrías y doctorados y se esfuerzan sobre la minoría para estudiar.
También hablar de honradez y honestidad en el discurso es una falacia, aceptar un cargo o una responsabilidad sin tener la capacidad o el conocimiento es deshonesto, así de simple. Esto debe evitarse pues los que pagaremos el desconocimiento de estos temas somos los ciudadanos.
Es necesario un cambio a la Constitución, con instituciones sólidas, que no puedan moverlas al antojo, con contrapesos reales al poder, para eso necesitamos un poder constituyente, no un poder constituido que solo parche a una Constitución obsoleta, que es obvio que ya dio de sí.
Necesitamos un nuevo pacto federal, una nueva Constitución para evitar que cada sexenio nos llegue «la moda» del gobernante en turno…