Por Luis Macías
Hace cuatro meses el tren del gobierno federal encontró fragmentos de realidad obstruyendo su camino hacia el futuro y se descarriló.
Las poderosas autoridades del país prometieron justicia. Desplegaron a sus elementos como a una plaga de langostas y presentaron el aliento de la muerte entre sus manos. Sin embargo.
Cuatro meses después aún no hay nada. Los desaparecidos siguen desaparecidos. La justicia no se siente ni en los discursos ni en las magras evidencias y en las calles sigue un grupo de padres en busca de sus hijos.
En estos meses mucho más se ha develado: fosas, complicidades, omisiones, negligencias, incapacidades técnicas y prácticas y sobre todo un gobierno con un gesto frío y frívolo frente a la tragedia de su pueblo.
Y este día, a cuatro meses de la desaparición forzada de 43 estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa, miles de personas saldrán a las calles para decir que NO!
Lo que pasó en Guerrero no es algo que se pueda superar. No es materia de la historia. No es una anécdota. No es un hecho aislado. No es responsabilidad sólo del gobierno municipal y sus sicarios de la policía. No.
Lo que pasó en Guerrero es un crimen paradigma de la realidad mexicana toda. Lo mismo allí que en San Fernando o en Chiapas o en Michoacán o en Sinaloa o en Tamaulipas o en Veracruz o en Puebla o en Tijuana…
Allí, en Iguala, hay un gobierno asociado con la delincuencia organizada. Hay homicidios y desapariciones operadas por personal de ese gobierno. Hay un pueblo dejado a su suerte. Inerme frente a la brutalidad y la fuerza. En Iguala hay víctimas de este modelo y sobre todo impunidad.
Hoy hace cuatro meses el tren del gobierno federal, vago por el mundo, fue devuelto de un solo golpe a la realidad. Y allí está. Atascado. Volcado sobre sí mismo. Con llamas por aquí y tirando combustible por allá.
Y no importa ni el cosmético ni el comercial, ni el discurso ni la arenga, ni el convenio ni los pactos. Sin justicia para Iguala el tren del gobierno federal, ya no irá a ninguna parte.