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4. Mesas de madera


Gerona, crónicas del disimulo

 Abraham Martínez

 

Pide un expresso para hacer tiempo, aromático, concentrado, generoso. Desde hace meses se reúnen aquí para estudiar y tratar sus asuntos. De ninguna manera es el mejor café de Gerona, el San Fermín es en un local a media cuadra de la Avenida Hidalgo que atraviesa los distritos centrales de la ciudad, es parco pero es un espacio económico y discreto.

 

Esta larga vía comienza, por así decirlo, en su centro, entre los Arcos de los Mártires  que son los monumentos principales de aquí, los cuales marcan la entrada a la Plaza Dorada, que es considerada el cuartel fundacional del lugar. El conjunto de estilo neoclásico y porfiriano, festeja el centenario de la independencia nacional a través del recuerdo de sus héroes autóctonos, un grupo de jóvenes que murió defendiendo la Barbabosa, una grande y fortificada hacienda al pie de las montañas que marcaba el acceso a la ciudad. Su tenaz custodia, encabezada por Luis Barbabosa y sus hermanos, junto a un notable grupo de geroneses, detuvo el avance de las tropas realistas, evitando el saqueo y también desviándolas del camino real, dando tiempo suficiente para que los insurgentes, comandados por Hidalgo, pudiesen llegar a Ciudad de México.

La avenida, como ninguna otra en la República, está franqueada en todo su trayecto por jacarandas, a las que se ha permitido crecer para generar un amplio espacio de sombras sobre los andadores que, en ciertos tramos del trayecto, oscurece también el paso de los automóviles. Este amplio curso embellece la ciudad, pero también oculta los pisos superiores de sus edificios, quedando reguardados de la mirada de los paseantes. Con más razón, vela parte de los locales que no dan la cara directamente al andador.

Los automóviles y el ajetreo son un ruido muy de fondo en este pequeño café, muros y arcos de piedra, mesas pesadas, todo indica seguridad. En este querido albergue, las palabras le fluyen y las manos le hablan, está cómodo. Siempre le ha pedido sentarse frente a él y así pueden conversar  por horas. Su proximidad es su mirada, sus preguntas trazan el camino que ansía remontar, su atención significa más que presencia.

Joven, de poca experiencia en su trabajo pero involucrado completamente, luce un perfil bajo, es bibliotecario. El oficio se le nota en los brazos largos y las manos suaves, pálido por las horas en el recinto ordenando anaqueles y asesorando alumnos, como en el viejo oficio. En periodo de vacaciones, cuando el flujo de jóvenes ha bajado, puede tomarse algunas mañanas o tardes para relajarse, tarea casi imposible, porque la biblioteca vive en él.

Las horas de trabajo le exigen silencio, silencio que no le molesta porque desde chico le ha acompañado. Pero pocas veces le parece tan placentero como en dos ocasiones durante la semana: en los momentos en que están por encontrarse en la universidad y, en las breves esperas de San Fermín. Esta último, lo goza como una quietud de espera, una quietud querida, buscada, que le significaba descanso y alegría, el ciego impulso por hacer planes y el dinamismo de la idea que es sembrada en la página, abonada en cada palabra y que va creciendo para vivir en el público.

De talla mediana, tiende a la delgadez. Viste como universitario formal, camisa clara y pantalón oscuro de vestir habitualmente, algunos días invierte el patrón. En general no le gusta pensar mucho en cómo luce. Hoy trae su maleta llena de libros, todos ellos subrayados y con sendas anotaciones. Aprovecha los momentos entre consulta y organización, entre informe y limpieza, para prepararse, hacer notas y trabajar sobre sus propios materiales.

Ahora está estudiando para cátedra, siguiendo el consejo del Director Murat, el cual le tiene la estima suficiente como para irle guiando, recomendarlo con los profesores y, cuando es conveniente, asignarlo para asistir a los doctores y docentes de tiempo completo, cuya amistad algún día podría serle de ayuda. Así fue que la señora Ximenes le recomendó dar clases y, posteriormente, como le llegó la convocatoria para integrarse como maestro.

Es el tiempo, contiene su ansiedad y finge estar concentrado, meditabundo. Ase la taza con las dos manos y toma un fuerte sorbo, la amargura del golpe le obliga a contener su verdadera emoción. Entra una joven y le saluda. Se pone de pie y retira la silla de debajo de la mesa para que pueda sentarse, no la acerca para tener pretexto de aparentar un poco de tosquedad y despreocupación. Le da la carta.

 

Abraham Martínez

Toluca, febrero de 2017

José Abraham Martínez Maldonado

Productor plástico y académico egresado de la UAEMéx. Maestro en Humanidades. Su trabajo engloba la práctica artística, la escritura y la investigación.

Se desempeña en la docencia del arte, las humanidades y el diseño desde 2008. Gestor e instructor en los Diplomados en Historia del Arte en el CCU “Casa de las Diligencias” desde 2015. Premio Arte Abierto, Arte para todos, 2011. Becario FOCAEM, 2010.

Post date: 2017-03-16 00:10:05
Post date GMT: 2017-03-16 06:10:05

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