noviembre 22, 2024

1095 días esperando justicia y el gobierno de Eruviel no responde.

 

Por: Nicolás Gochy

 

Las lágrimas simplemente ya no salen, ya se ha secado el cuerpo, ya no hay lágrimas que sobren para derramar por el hijo muerto, tres años, 36 meses, mil 095 días han logrado que la esperanza este casi extinta.

 

Don Alfredo Martínez un señor de 86 años de edad solo quiere algo de la vida antes de que la suya termine, justicia para su hijo de 13 años que fuera secuestrado y asesinado hace tres años.

Ávido lector de noticias, sabe que su caso no es tan mediático como los 43 de Ayotzinapa, los muertos de Tlatlaya o las mujeres asesinadas de Juárez y del Estado de México pero tiene confianza en que alguien, no sabe si un mexiquense o una autoridad federal o incluso alguien muy cercano al Dios en el que cre, le pueda ayudar para que se haga la tan esperada justicia.

“Sé que ya estoy viviendo en lo último de mi vida, pero desafortunadamente estoy casi cierto de que ni siquiera voy a ver la sentencia para los asesinos de mi hijo”.

La rabia le invade de repente al platicar con los medios, la misma rabia que siente cuando cada 15 días acude al centro de readaptación social de Almoloya de Juárez para acudir a las cientos de audiencias que tiene que enfrentar frente a los asesinos de su hijo.

“Sé que el estado de México se está ahogando en delincuencia, no tengo ya ninguna otra opción, quiero ver al Papa Francisco para decirle lo que pasa en la entidad, que sepa que nada es lo que aparenta”.

 

Y eso parece ser su último deseo, antes de morir, quiere que alguien, ese que es el emisario de Dios en la tierra pueda conocer de su dolor, de su impotencia, de su frustración, sabe que nada le regresará a su hijo, pero por lo menos quiere que la justicia divina, se manifieste en la tierra encerrando de por vida a los que cortaron la vida de su hijo desde el 14 de febrero del año 2013 justo cuando salía de su colegio, un colegio católico por cierto y que nada ha intentado hacer para que mengue el dolor que siente el padre sin su hijo.

         

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